Desertor. Las ruinas del rancho.
Capítulo VI - Desertor. Las ruinas del rancho.
156 vamos dentrando recién a la parte mas sentida, aunque es todita mi vida de males una cadena: a cada alma dolorida le gusta cantar sus penas.
157 Se empezó en aquel entonces a rejuntar caballada, y riunir la milicada teniéndola en el cantón, para una despedición a sorprender a la indiada.
158 Nos anunciaban que iríamos sin carretas ni bagajes a golpiar a los salvajes en sus mesmas tolderías; que a la güelta pagarían licenciándolo al gauchaje;
159 que en esta despedición tuviéramos la esperanza; que iba a venir sin tardanza, según el jefe contó, un menistro o qué sé yo- que le llamaban don ganza;
160 que iba a riunir el ejército y tuitos los batallones, y que traiba unos cañones con más rayas que un cotín; ¡pucha!- Las conversaciones por allá no tenían fin.
161 Pero esas trampas no enriedan a los zorros de mi laya; que esa ganza venga o vaya, poco le importa a un matrero. Yo también dejé las rayas- en los libros del pulpero.
162 Nunca juí gaucho dormido; siempre pronto, siempre listo, yo soy un hombre, ¡qué cristo!, Que nada me ha acobardao, y siempre salí parao en los trances que me he visto.
163 Dende chiquito gané la vida con mi trabajo, y aunque siempre estuve abajo y no sé lo que es subir también el mucho sufrir suele cansarnos, ¡barajo!
164 En medio de mi inorancia conozco que nada valgo: soy la liebre o soy el galgo asigún los tiempos andan; pero también los que mandan debieran cuidarnos algo.
165 Una noche que riunidos estaban en la carpeta empinando una limeta el jefe y el juez de paz, yo no quise aguardar más, y me hice humo en un sotreta.
166 Me parece el campo orégano dende que libre me veo; donde me lleva el deseo allí mis pasos dirijo, y hasta en las sombras de fijo que donde quiera rumbeo.
167 Entro y salgo del peligro sin que me espante el estrago, no aflojo al primer amago ni jamás fi gaucho lerdo: soy pa rumbiar como el cerdo, y pronto caí a mi pago.
168 Volvía al cabo de tres años de tanto sufrir al ñudo resertor, pobre y desnudo, a procurar suerte nueva; y lo mesmo que el peludo enderecé pa mi cueva.
169 No hallé ni rastro del rancho: ¡sólo estaba la tapera! ¡Por cristo si aquello era pa enlutar el corazón! ¡Yo juré en esa ocasión ser mas malo que una fiera!
170 ¡Quién no sentirá lo mesmo cuando ansí padece tanto! Puedo asigurar que el llanto como una mujer largué: ¡ay, mi Dios: si me quedé más triste que jueves santo!
171 Sólo se oíban los aullidos de un gato que se salvó; el pobre se guareció cerca, en una vizcachera: venía como si supiera que estaba de güelta yo.
172 Al dirme dejé la hacienda que era todito mi haber; pronto debíamos volver, sigún el juez prometía, y hasta entonces cuidaría de los bienes, la mujer.
173 Después me contó un vecino que el campo se lo pidieron; la hacienda se la vendieron pa pagar arrendamientos, y qué sé yo cuantos cuentos; pero todo lo fundieron,
174 los pobrecitos muchachos, entre tantas afliciones, se conchabaron de piones; ¡mas qué iban a trabajar, si eran como los pichones sin acabar de emplumar!
175 Por ahi andarán sufriendo de nuestra suerte el rigor: me han contao que el mayor nunca dejaba a su hermano; puede ser que algún cristiano los recoja por favor.
176 ¡Y la pobre mi mujer, Dios sabe cuánto sufrió! Me dicen que se voló con no sé qué gavilán: sin duda a buscar el pan que no podía darle yo.
177 No es raro que a uno le falte lo que a algún otro le sobre si no le quedó ni un cobre sino de hijos un enjambre. Que más iba a hacer la pobre para no morirse de hambre?
178 ¡Tal vez no te vuelva a ver, prienda de mi corazón! Dios te dé su proteción ya que no me la dio a mí, y a mis hijos dende aquí les echo mi bendición.
179 Como hijitos de la cuna andarán por ahi sin madre; ya se quedaron sin padre, y ansí la suerte los deja sin naides que los proteja y sin perro que les ladre.
180 Los pobrecitos tal vez no tengan ande abrigarse, ni ramada ande ganarse, ni rincón ande meterse, ni camisa que ponerse, ni poncho con que taparse.
181 Tal vez los verán sufrir sin tenerles compasión; puede que alguna ocasión, aunque los vean tiritando, los echen de algún jogón pa que no estén estorbando.
182 Y al verse ansina espantaos como se espanta a los perros, irán los hijos de Fierro, con la cola entre las piernas, a buscar almas más tiernas o esconderse en algún cerro.
183 Mas también en este juego voy a pedir mi bolada; a naides le debo nada, ni pido cuartel ni doy: y ninguno dende hoy ha de llevarme en la armada.
184 Yo he sido manso primero, y seré gaucho matrero; en mi triste circunstancia, aunque es mi mal tan projundo, nací y me he criado en estancia. Pero ya conozco el mundo.
185 Ya les conozco sus mañas, le conozco sus cucañas; sé como hacen la partida, la enriedan y la manejan; deshaceré la madeja aunque me cueste la vida.
186 Y aguante el que no se anime a meterse en tanto engorro o si no aprétese el gorro y para otra tierra emigre; pero yo ando como el tigre que le roban los cachorros.
187 Aunque muchos creen que el gaucho tiene alma de reyuno, no se encontrará a ninguno que no le dueblen las penas; mas no debe aflojar uno mientras hay sangre en las venas