V. Gringos en la frontera. La estaquiada
134
- Yo andaba desesperao,
- aguardando una ocasión
- que los indios un malón
- nos dieran, y entre el estrago
- hacérmeles cimarrón
- y volverme pa mi pago.
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- Aquello no era servicio
- ni defender la frontera;
- aquello era ratonera
- en que sólo gana el juerte:
- era jugar a la suerte
- con una taba culera.
136
- Allí tuito va al revés;
- los milicos son los piones,
- y andan en las poblaciones
- emprestaos pa trabajar;
- los rejuntan pa peliar
- cuando entran indios ladrones.
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- Yo he visto en esa milonga
- muchos jefes con estancia,
- y piones en abundancia,
- y majadas y rodeos;
- he visto negocios feos
- a pesar de mi inorancia.
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- Y colijo que no quieren
- la barunda componer;
- para eso no ha de tener,
- el jefe que esté de estable,
- más que su poncho y su sable,
- su caballo y su deber.
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- Ansina, pues, conociendo
- que aquel mal no tiene cura,
- que tal vez mi sepoltura
- si me quedo iba a encontrar,
- pensé mandarme mudar
- como cosa más sigura.
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- Y pa mejor, una noche
- ¡qué estaquiada me pegaron!
- Casi me descoyuntaron
- por motivo de una gresca:
- ¡ahijuna, si me estiraron
- lo mesmo que guasca fresca!
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- Jamás me puedo olvidar
- lo que esa vez me pasó;
- dentrando una noche yo
- al fortín, un enganchao,
- que estaba medio mamao,
- allí me desconoció.
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- Era un gringo tan bozal,
- que nada se le entendía,
- ¡quién sabe de ande sería!
- Tal vez no juera cristiano,
- pues lo único que decía
- es que era papolitano.
143
- Estaba de centinela
- y por causa del peludo
- verme más claro no pudo,
- y esa jue la culpa toda:
- el bruto se asustó al ñudo
- y fi el pavo de la boda.
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- Cuando me vido acercar:
- quién vivore-? Preguntó;
- ¿qué víboras?, Dije yo.
- ¡Ha garto!, Me pegó el grito,
- y yo dije despacito:
- ¡más lagarto serás vos!
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- Ahi no más, ¡cristo me valga!,
- Rastrillar el jusil siento:
- me agaché, y en el momento
- el bruto me largó un chumbo;
- mamao, me tiró sin rumbo,
- que si no, no cuento el cuento.
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- Por de contao, con el tiro
- se alborotó el avispero;
- los oficiales salieron
- y se empezó la junción;
- quedó en su puesto el nación,
- y yo fi al estaquiadero.
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- Entre cuatro bayonetas
- me tendieron en el suelo;
- vino el mayor medio en pedo
- y allí se puso a gritar:
- ¡pícaro, te he de enseñar
- andar reclamando sueldos!
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- De las manos y las patas
- me ataron cuatro cinchones;
- les aguanté los tirones
- sin que ni un ¡ay! Se me oyera,
- y al gringo la noche entera
- lo harté con mis maldiciones.
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- Yo no sé porqué el gobierno
- nos manda aquí a la frontera
- gringada que ni siquiera
- se sabe atracar a un pingo.
- ¡Si creerá al mandar un gringo
- que nos manda alguna fiera!
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- No hacen más que dar trabajo,
- pues no saben ni ensillar;
- no sirven ni pa carniar:
- y yo he visto muchas veces
- que ni voltiadas las reses
- se les querían arrimar.
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- Y lo pasan sus mercedes
- lengüetiando pico a pico
- hasta que viene un milico
- a servirles al asao-
- y eso sí, en lo delicaos,
- parecen hijos de rico.
152
- Si hay calor, ya no son gente;
- si yela, todos tiritan;
- si usté no les da, no pitan
- por no gastar en tabaco,
- y cuando pescan un naco
- uno al otro se lo quitan.
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- Cuando llueve se acoquinan
- como perro que oye truenos.
- ¡Que diablos!, Sólo son güenos
- pa vivir entre maricas,
- y nunca se andan con chicas
- para alzar ponchos ajenos.
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- Pa vichar son como ciegos;
- no hay ejemplo de que entiendan,
- ni hay uno solo que aprienda,
- al ver un bulto que cruza,
- a saber si es avestruza,
- o si es jinete, o hacienda.
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- Si salen a perseguir
- después de mucho aparato,
- tuitos se pelan al rato
- y va quedando el tendal:
- esto es como en un nidal
- echarle güevos a un gato.