El Gaucho Martín Fierro
edición mínima de Martín Fierro

III. Sirviendo en la frontera

49

  • tuve en mi pago en un tiempo
  • hijos, hacienda y mujer,
  • pero empecé a padecer,
  • me echaron a la frontera,
  • ¡y qué iba a hallar al volver!
  • Tan sólo hallé la tapera.

50

  • Sosegao vivía en mi rancho
  • como el pájaro en su nido,
  • allí mis hijos queridos
  • iban creciendo a mi lao…
  • sólo queda al desgraciao
  • lamentar el bien perdido.

51

  • Mi gala en las pulperías
  • era, en habiendo más gente,
  • ponerme medio caliente,
  • pues cuando puntiao me encuentro
  • me salen coplas de adentro
  • como agua de la virtiente.

52

  • Cantando estaba una vez
  • en una gran diversión,
  • y aprovecho la ocasión
  • como quiso el juez de paz…
  • se presentó, y ahi nomás
  • hizo arriada en montón.

53

  • Juyeron los más matreros
  • y lograron escapar:
  • yo no quise disparar,
  • soy manso y no había porqué,
  • muy tranquilo me quedé
  • y ansí me dejé agarrar

54

  • allí un gringo con un órgano
  • y una mona que bailaba,
  • haciéndonos rair estaba,
  • cuanto le tocó el arreo,
  • ¡tan grande el gringo y tan feo,
  • lo viera cómo lloraba!

55

  • Hasta un inglés zanjiador
  • que decía en la última guerra
  • que él era de incalaperra
  • y que no quería servir,
  • también tuvo que juir
  • a guarecerse en la sierra.

56

  • Ni los mirones salvaron
  • de esa arriada de mi flor,
  • fue acoyarao el cantor
  • con el gringo de la mona,
  • a uno solo, por favor,
  • logró salvar la patrona.

57

  • Formaron un contingente
  • con los que del baile arriaron,
  • con otros nos mesturaron,
  • que habían agarrao también,
  • las cosas que aquí se ven
  • ni los diablos las pensaron.

58

  • A mí el juez me tomó entre ojos
  • en la ultima votación:
  • me le había hecho el remolón
  • y no me arrimé ese día,
  • y él dijo que yo servía
  • a los de la esposición.

59

  • Y ansí sufrí ese castigo
  • tal vez por culpas ajenas,
  • que sean malas o sean güenas
  • las listas, siempre me escondo:
  • yo soy un gaucho redondo
  • y esas cosas no me enllenan.

60

  • Al mandarnos nos hicieron
  • más promesas que a un altar,
  • el juez nos jue a proclamar
  • y nos dijo muchas veces:
  • muchachos, a los seis meses
  • los van a ir a relevar.

61

  • Yo llevé un moro de número
  • ¡sobresaliente el matucho!
  • Con él gané en ayacucho
  • más plata que agua bendita:
  • siempre el gaucho necesita
  • un pingo pa fiarle un pucho.

62

  • Y cargué sin dar mas güeltas
  • con las prendas que tenía:
  • jergas, ponchos, todo cuanto había
  • en casa, tuito lo alcé:
  • a mi china la dejé
  • medio desnuda ese día.

63

  • No me falta una guasca,
  • esa ocasión eché el resto,
  • bozal, maniador, cabresto,
  • lazo, bolas y manea…
  • ¡el que hoy tan pobre me vea
  • tal vez no creerá todo esto!.

64

  • Ansí en mi moro, escarciando,
  • enderecé a la frontera.
  • ¡Aparcero si usté viera
  • lo que se llama cantón!…
  • Ni envidia tengo al ratón
  • en aquella ratonera.

65

  • De los pobres que allí había
  • a ninguno lo largaron,
  • los más viejos rezongaron,
  • pero a uno que se quejó
  • en seguida lo estaquiaron,
  • y la cosa se acabó.

66

  • En la lista de la tarde
  • el jefe nos cantó el punto
  • diciendo: quinientos juntos
  • llevará el que se resierte;
  • lo haremos pitar del juerte,
  • mas bien dese por dijunto.

67

  • A naides le dieron armas,
  • pues toditas las que había
  • el coronel las tenía,
  • sigún dijo esa ocasión,
  • pa repartirlas el día
  • en que hubiera una invasión.

68

  • Al principio nos dejaron
  • de haraganes criando sebo,
  • pero después… no me atrevo
  • a decir lo que pasaba…
  • ¡barajo!… Si nos trataban
  • como se trata a malevos.

69

  • Porque todo era jugarle
  • por los lomos con la espada,
  • y aunque usté no hiciera nada,
  • lo mesmito que en palermo,
  • le daban cada cepiada
  • que lo dejaban enfermo.

70

  • ¡Y qué indios, ni qué servicio;
  • si allí no había ni cuartel!
  • Nos mandaba el coronel
  • a trabajar en sus chacras,
  • y dejábamos las vacas
  • que las llevara el infiel.

71

  • Yo primero sembré trigo
  • y después hice un corral,
  • corté adobe pa un tapial,
  • hice un quincho, corté paja…
  • ¡la pucha que se trabaja
  • sin que le larguen un rial!.

72

  • Y es lo pior de aquel enriedo
  • que si uno anda hinchando el lomo
  • se le apean como un plomo…
  • ¡quién aguanta aquel infierno!
  • si eso es servir al gobierno,
  • a mí no me gusta el cómo.

73

  • Más de un año nos tuvieron
  • en esos trabajos duros;
  • y los indios, le asiguro
  • dentraban cuando querían:
  • como no los perseguían,
  • siempre andaban sin apuro.

74

  • A veces decía al volver
  • del campo la descubierta
  • que estuviéramos alerta,
  • que andaba adentro la indiada,
  • porque había una rastrillada
  • o estaba una yegua muerta.

75

  • Recién entonces salía
  • la orden de hacer la riunión,
  • y caíbamos al cantón
  • en pelos y hasta enancaos,
  • sin armas, cuatro pelaos
  • que íbamos a hacer jabón.

76

  • Ahi empezaba el afán
  • -se entiende, de puro vicio-
  • de enseñarle el ejercicio
  • a tanto gaucho recluta,
  • con un estrutor… ¡qué… Bruta!
  • que nunca sabía su oficio.

77

  • Daban entonces las armas
  • pa defender los cantones,
  • que eran lanzas y latones
  • con ataduras de tiento…
  • las de juego no las cuento
  • porque no había municiones.

78

  • Y un sargento chamuscao
  • me contó que las tenían
  • pero que ellos la vendían
  • para cazar avestruces;
  • y así andaban noche y día
  • dele bala a los ñanduces.

79

  • Y cuando se iban los indios
  • con lo que habían manotiao,
  • salíamos muy apuraos
  • a perseguirlos de atrás;
  • si no se llevaban más
  • es porque no habían hallao.

80

  • Allí sí, se ven desgracias
  • y lágrimas y afliciones;
  • naides le pida perdones
  • al indio: pues donde dentra,
  • roba y mata cuanto encuentra
  • y quema las poblaciones.

81

  • No salvan de su juror
  • ni los pobres angelitos;
  • viejos, mozos y chiquitos
  • los mata del mesmo modo:
  • que el indio lo arregla todo
  • con la lanza y con gritos.

82

  • Tiemblan las carnes al verlo
  • volando al viento la cerda,
  • la rienda en la mano izquierda
  • y la lanza en la derecha;
  • ande enderieza abre brecha
  • pues no hay lanzazo que pierda.

83

  • Hace trotiadas tremendas
  • desde el fondo del desierto;
  • ansí llega medio muerto
  • de hambre, de sé y de fatiga;
  • pero el indio es una hormiga
  • que día y noche está despierto.

84

  • Sabe manejar las bolas
  • como naides las maneja;
  • cuanto el contrario se aleja,
  • manda una bola perdida,
  • y si lo alcanza, sin vida
  • es siguro que lo deja.

85

  • Y el indio es como tortuga
  • de duro para espichar;
  • si lo llega a destripar
  • ni siquiera se le encoge;
  • luego sus tripas recoge,
  • y se agacha a disparar.

86

  • Hacían el robo a su gusto
  • y después se iban de arriba;
  • se llevaban las cautivas,
  • y nos contaban que a veces
  • les descarnaban los pieses,
  • a las pobrecitas, vivas.

87

  • ¡Ah! ¡si partía el corazón
  • ver tantos males, canejo!
  • los perseguíamos de lejos
  • sin poder ni galopiar;
  • ¡y qué habíamos de alcanzar
  • en unos vichocos viejos!

88

  • Nos volvíamos al cantón
  • a las dos o tres jornadas,
  • sembrando las caballadas;
  • y pa que alguno la venda,
  • rejuntábamos la hacienda
  • que habían dejao rezagada.

89

  • Una vez entre otras muchas,
  • tanto salir al botón,
  • nos pegaron un malón
  • los indios y una lanciada,
  • que la gente acobardada
  • quedó dende esa ocasión.

90

  • Habían estao escondidos
  • aguaitando atrás de un cerro…
  • ¡lo viera a su amigo Fierro
  • aflojar como un blandito!
  • salieron como maíz frito
  • en cuanto sonó un cencerro.

91

  • Al punto nos dispusimos
  • aunque ellos eran bastantes;
  • la formamos al instante
  • nuestra gente, que era poca,
  • y golpiándose en la boca
  • hicieron fila adelante.

92

  • Se vinieron en tropel
  • haciendo temblar la tierra.
  • no soy manco pa la guerra
  • pero tuve mi jabón,
  • pues iba en un redomón
  • que había boleao en la sierra.

93

  • ¡Qué vocerío! ¡qué barullo!
  • ¡qué apurar esa carrera!
  • la indiada todita entera
  • dando alaridos cargó,
  • ¡jue pucha!… Y ya nos sacó
  • como yeguada matrera.

94

  • ¡Qué fletes traiban los bárbaros!
  • ¡como una luz de ligeros!
  • hicieron el entrevero
  • y en aquella mezcolanza,
  • este quiero, éste no quiero,
  • nos escogían con la lanza.

95

  • Al que le daban un chuzazo,
  • dificultoso es que sane.
  • en fin, para no echar panes,
  • salimos por esas lomas,
  • lo mesmo que las palomas
  • al juir de los gavilanes.

96

  • ¡Es de almirar la destreza
  • con que la lanza manejan!
  • de perseguir nunca dejan,
  • y nos traiban apretaos.
  • ¡si queríamos, de apuraos,
  • salirnos por las orejas!

97

  • Y pa mejor de la fiesta
  • en esa aflición tan suma,
  • vino un indio echando espuma,
  • y con la lanza en la mano,
  • gritando: acabáu cristiano,
  • metau el lanza hasta el pluma.

98

  • Tendido en el costillar,
  • cimbrando por sobre el brazo
  • una lanza como un lazo,
  • me atropelló dando gritos:
  • si me descuido… El maldito
  • me levanta de un lanzazo.

99

  • Si me atribulo o me encojo,
  • siguro que no me escapo:
  • siempre he sido medio guapo,
  • pero en aquella ocasión
  • me hacía buya el corazón
  • como la garganta al sapo.

100

  • Dios le perdone al salvaje
  • las ganas que me tenía…
  • desaté las tres marías
  • y lo engatusé a cabriolas…
  • ¡pucha…! Si no traigo bolas
  • me achura el indio ese día.

101

  • Era el hijo de un cacique,
  • sigún yo lo averigüé;
  • la verdá del caso jue
  • que me tuvo apuradazo,
  • hasta que por fin de un bolazo
  • del caballo lo bajé.

102

  • Ahi no más me tiré al suelo
  • y lo pisé en las paletas;
  • empezó a hacer morisquetas
  • y a mezquinar la garganta…
  • pero yo hice la obra santa
  • de hacerlo estirar la jeta.

103

  • Allí quedó de mojón
  • y en su caballo salté;
  • de la indiada disparé,
  • pues si me alcanza me mata,
  • y al fin me les escapé,
  • con el hilo de una pata.